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Los acrílicos de Daniel Lavoie son una radiografía presenta unos paisajes que, a lo lejos, cautivan por la armonía que ejecuta.
 
Y, desde ese planteamiento, Lavoie ya arranca con un cuestionamiento frente a las cosas que se miran a la lejanía, que parecerían no afectarnos. Pero, de cerca, uno comprende que sus vistas áreas no son otra cosa que el interior maltratado del planeta debido a la minería.
 
¿Qué tanto nos acercamos y nos inmiscuimos en temas que alteran nuestro ecosistema? Esa será la primera reflexión en torno a ‘Vista aérea de paisajes  humanos: una investigación visual sobre el mundo minero’.

Desde la estética planteada –una paleta sobria sobre la tela-, nacerá otro cuestionamiento sobre cómo lo aparentemente bello, cómo un paraje que a lo lejos puede verse exuberante, realmente puede significar un avance a un costo muy alto, como ratificando aquello de que “no todo lo que brilla es oro”.
 
Lavoie enseña las fotografías en que se basó para sus pinturas, de las cuales –dice- toma un 50% de realidad y la otra mitad surge de su imaginación, y se sorprende acerca de cómo unos paisajes tan deteriorados pueden llegar a cautivar con sus colores: esa idea de costo-beneficio será una permanente dentro de sus 14 acrílicos.

Reflexivo


Todo arrancó hace unos cinco años atrás, cuando con “una persona muy querida” debatía acerca del impacto ambiental que causan las multinacionales petroleras canadienses.
 
Las discrepancias englobaban los avances que el ser humano puede obtener gracias a la actividad de la minería. El contrapunto, el impacto ambiental que puede sobrellevar el progreso, sin olvidar los peligros que atraviesan quienes trabajan en esta actividad.
 
Aquella charla marcaría al artista, quien inició una investigación sobre la explotación minera en su natal Canadá, hasta empaparse de las realidades que viven países como China, México, Perú, EE.UU., entre otros, y los desastres que han surgido tras la obtención del carbón, cobre, petróleo y oro.
 
Será hasta septiembre de 2016 cuando se decide a plasmar sus cavilaciones, a jugar con esos aparentes exuberantes paisajes para retratar la desolación que encierran. Así, Lavoie hace de su trazo un bisturí que disecciona  la relación entre ser humano y la naturaleza, donde el corte solo muestra el gran surco que puede separarnos.
 
“Estas pinturas de vistas aéreas, de los paisajes en distintas partes del mundo son resultado de la extracción de los metales, los líquidos y los gases con las que han construido nuestras ciudades. En efecto, hemos creado nuestro propio desastre, en nombre ‘del progreso’. Las pinturas son paisajes experimentales, exactamente como estamos experimentando con nuestra propia tierra”, escribe Ariadna Vargas Serrano, gestora del FCE, en su comunicado sobre la muestra.
 
El público tiene la oportunidad de experimentar sensaciones que estas radiografías pictóricas y, quizás, uno termine dando apreciando el brillo que puede entregar la naturaleza”

Diario La Hora, Quito, Ecuador. Junio 13, 2017.

 

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